NI TÍTERE CON CABEZA
Oficio de Tinieblas
JAIME ESQUETE
Si el Hombre-Dios que se inmoló hace dos mil años sabe en qué se iba a convertir la conmemoración anual de Su proceso, muerte y resurrección, igual cambia de planeta y se va a redimir a los marcianos o a los habitantes de Andrómeda, como muy cerca. Porque, la verdad, lo que originariamente debió nacer como una época de oración, meditación y penitencia, se ha convertido en un vulgar remedo de un auto de fe, pero en plan cutre, folklórico y teatrero, insoportable a todas luces, en el que unos encapuchados se disfrazan de disciplinantes medievales, y se pasan una semana tocando la corneta y aporreando el tambor como posesos, para que se forren los negocios de hostelería. Y es que uno no alcanza a comprender demasiado bien que una conmemoración meramente religiosa -o al menos, eso debería ser- se convierta en un espectáculo digno de esa extraña protección administrativa que significa la declaración de Interés Turístico Nacional, Regional, o como quiera que se llame el invento. Y es que, admitámoslo, el atroz suplicio de un hombre, juzgado, torturado y ejecutado en la cruz por los políticamente correctos de entonces, es decir, los presuntos intelectuales fariseos, Anases y Caifases lametraserillos del poder constituido, y por el mayor cobarde de todos los tiempos, no parece tener mucho que ver con la atracción turística en plan parque temático estruendoso e insufrible en que se ha convertido el martirio de un inocente.
El que no corre, vuela, y aprovecha la menor excusa para sacar unas monedillas, a guisa de Judas vendiendo a su Maestro, pero con la escasamente sutil diferencia de que, al menos, el Gran Traidor, avergonzado de su felonía, se fue a columpiar de un árbol, colgado del pescuezo, pero los nuevos mercaderes del templo limosnero se llevan el dinero a zurronadas a costa del tormento de un justo. Desde hace unos años, siguiendo el -mal- ejemplo de ese trilero de la letra impresa que responde a la gracia de Dan Brown, no hay argumento demencial relacionado con la presunta vida del Dios de los cristianos, que no haya merecido el dudoso honor de figurar en la lista de los libracos más vendidos y leídos por una masa de botarates que creen a pies juntillas lo que no es más que el desvarío irrespetuoso de un tuercebotas inculto y desaprensivo. Aquí, el que quiera garantizarse un éxito de ventas, no tiene más que llenar doscientos folios de lucubraciones disparatadas sobre los líos amorosos de Jesucristo y la Magdalena, producto de los cuales nacieron varios hijos que montaron un restaurante para mariquitas, servido por los Doce Apóstoles, que, por supuesto, fue el nombre de la primera Coordinadora Gay del universo. O manda a la imprenta un volumen sobre la conspiración internacional para hacerse con la patente de la industria de las fotocopias a coste cero, robándole a los Templarios el secreto de la fórmula esotérica mediante la cual la Verónica inventó la primera fotocopia. O se pone a embadurnar un tomo sobre el monumental cabreo de Getsemaní cuando le pisaron el Huerto de los Olivos, ya que le echaron a perder la primera cosecha de nabos forrajeros transgénicos de la historia, cuyo secreto ha sido celosamente guardado por los caballeros francmasones de la Logia Bulliciosa Sabiduría Agropecuaria. Todo tiene cabida últimamente en el mundo editorial, siempre que tras la máscara de una novela histórica, tan de moda, un trastornado con la suficiente cara dura, vomite en las cloacas seudointelectuales una imbecilidad apócrifa, carente de la menor veracidad científica, con destino a un público que, sin saberlo, está deseoso de creer en algo, especialmente si es una estupidez irreverente.
Estamos en lo de siempre: unos al Santo, y otros a la limosna. Menuda bicoca tienen algunos con la Semana Santa, enriqueciéndose, paradójicamente, a costa de los que tienen fe y de los descreídos. El negocio es redondo, y quizá no se den cuenta esos desalmados, pero lo suyo sí que es un Oficio de Tinieblas.
Fuente:
http://www.diariopalentino.es/
secciones.cfm?secc=Opini%C3%B3n&id=289151
JAIME ESQUETE
Si el Hombre-Dios que se inmoló hace dos mil años sabe en qué se iba a convertir la conmemoración anual de Su proceso, muerte y resurrección, igual cambia de planeta y se va a redimir a los marcianos o a los habitantes de Andrómeda, como muy cerca. Porque, la verdad, lo que originariamente debió nacer como una época de oración, meditación y penitencia, se ha convertido en un vulgar remedo de un auto de fe, pero en plan cutre, folklórico y teatrero, insoportable a todas luces, en el que unos encapuchados se disfrazan de disciplinantes medievales, y se pasan una semana tocando la corneta y aporreando el tambor como posesos, para que se forren los negocios de hostelería. Y es que uno no alcanza a comprender demasiado bien que una conmemoración meramente religiosa -o al menos, eso debería ser- se convierta en un espectáculo digno de esa extraña protección administrativa que significa la declaración de Interés Turístico Nacional, Regional, o como quiera que se llame el invento. Y es que, admitámoslo, el atroz suplicio de un hombre, juzgado, torturado y ejecutado en la cruz por los políticamente correctos de entonces, es decir, los presuntos intelectuales fariseos, Anases y Caifases lametraserillos del poder constituido, y por el mayor cobarde de todos los tiempos, no parece tener mucho que ver con la atracción turística en plan parque temático estruendoso e insufrible en que se ha convertido el martirio de un inocente.
El que no corre, vuela, y aprovecha la menor excusa para sacar unas monedillas, a guisa de Judas vendiendo a su Maestro, pero con la escasamente sutil diferencia de que, al menos, el Gran Traidor, avergonzado de su felonía, se fue a columpiar de un árbol, colgado del pescuezo, pero los nuevos mercaderes del templo limosnero se llevan el dinero a zurronadas a costa del tormento de un justo. Desde hace unos años, siguiendo el -mal- ejemplo de ese trilero de la letra impresa que responde a la gracia de Dan Brown, no hay argumento demencial relacionado con la presunta vida del Dios de los cristianos, que no haya merecido el dudoso honor de figurar en la lista de los libracos más vendidos y leídos por una masa de botarates que creen a pies juntillas lo que no es más que el desvarío irrespetuoso de un tuercebotas inculto y desaprensivo. Aquí, el que quiera garantizarse un éxito de ventas, no tiene más que llenar doscientos folios de lucubraciones disparatadas sobre los líos amorosos de Jesucristo y la Magdalena, producto de los cuales nacieron varios hijos que montaron un restaurante para mariquitas, servido por los Doce Apóstoles, que, por supuesto, fue el nombre de la primera Coordinadora Gay del universo. O manda a la imprenta un volumen sobre la conspiración internacional para hacerse con la patente de la industria de las fotocopias a coste cero, robándole a los Templarios el secreto de la fórmula esotérica mediante la cual la Verónica inventó la primera fotocopia. O se pone a embadurnar un tomo sobre el monumental cabreo de Getsemaní cuando le pisaron el Huerto de los Olivos, ya que le echaron a perder la primera cosecha de nabos forrajeros transgénicos de la historia, cuyo secreto ha sido celosamente guardado por los caballeros francmasones de la Logia Bulliciosa Sabiduría Agropecuaria. Todo tiene cabida últimamente en el mundo editorial, siempre que tras la máscara de una novela histórica, tan de moda, un trastornado con la suficiente cara dura, vomite en las cloacas seudointelectuales una imbecilidad apócrifa, carente de la menor veracidad científica, con destino a un público que, sin saberlo, está deseoso de creer en algo, especialmente si es una estupidez irreverente.
Estamos en lo de siempre: unos al Santo, y otros a la limosna. Menuda bicoca tienen algunos con la Semana Santa, enriqueciéndose, paradójicamente, a costa de los que tienen fe y de los descreídos. El negocio es redondo, y quizá no se den cuenta esos desalmados, pero lo suyo sí que es un Oficio de Tinieblas.
Fuente:
http://www.diariopalentino.es/
secciones.cfm?secc=Opini%C3%B3n&id=289151
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