Seamos superficiales
Juan José Millás
Hace poco, el juez que liberó a Dan Brown de la acusación de plagio que pendía sobre su Código da Vinci, introdujo en la sentencia un mensaje secreto que finalmente, una vez descifrado, resultó ser una tontería. Gran parte del éxito del libro de Brown proviene de la fantasía de que podría desvelarnos algo oculto bajo una realidad (el cuadro de la Última Cena) por todos conocida. La pasión por los mensajes ocultos se explica desde una fantasía muy común según la cual lo escondido es más interesante que lo manifiesto. Su arraigo es tal que ha dado lugar a una línea de pensamiento, o de emociones, que bajo la etiqueta de Ocultismo vende todo lo que coloca sobre el mostrador. De ahí el éxito de los programas esotéricos. Lo cierto es que las sociedades secretas no han aportado a la humanidad ningún descubrimiento esencial. Están bien para aquellos a los que les gustan los crucigramas, pero no para quienes continúan preguntándose quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, que es de lo que se trata. Mario Conde, para que ustedes se hagan una idea, era masón. ..
Las vísceras, en fin, pese a estar ocultas, no son más sabias que la piel. Pero lo evidente es que alguien que dice tonterías en la calle, a la vista de todos, tampoco se expresará con sabiduría en el cuarto de baño, cuando nadie le mira. Hay sin embargo un caso especial: el de los ventrílocuos, que logran con frecuencia que sus muñecos sean más inteligentes que ellos. ¿Por qué? Porque, más que hablar a través de ellos, sueñan a través de ellos. Cuando soñamos sí somos verdaderamente distintos a cuando estamos despiertos. Quizá no más sabios, pero más libres, más sueltos, menos constreñidos, no tanto por el que dirán los otros como por el qué diremos nosotros de nosotros mismos. Los sueños, bien leídos, aportan una información esencial, pero no una información esencial sobre los grandes enigmas de la humanidad, sino sobre los pequeños misterios de los individuos concretos. Lo que ocurre dentro del huevo, mientras el pollo se forma, no es más interesante que lo que ocurre fuera. La mala prensa de la superficie no tiene justificación alguna. Seamos, pues, superficiales (en el sentido superficial de la palabra, se entiende).
Fuente:
http://www.laopinioncoruna.com/secciones/noticia.jsp?pIdNoticia=56361&pIndiceNoticia=2&pIdSeccion=5&pNumEjemplar=2021
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Hace poco, el juez que liberó a Dan Brown de la acusación de plagio que pendía sobre su Código da Vinci, introdujo en la sentencia un mensaje secreto que finalmente, una vez descifrado, resultó ser una tontería. Gran parte del éxito del libro de Brown proviene de la fantasía de que podría desvelarnos algo oculto bajo una realidad (el cuadro de la Última Cena) por todos conocida. La pasión por los mensajes ocultos se explica desde una fantasía muy común según la cual lo escondido es más interesante que lo manifiesto. Su arraigo es tal que ha dado lugar a una línea de pensamiento, o de emociones, que bajo la etiqueta de Ocultismo vende todo lo que coloca sobre el mostrador. De ahí el éxito de los programas esotéricos. Lo cierto es que las sociedades secretas no han aportado a la humanidad ningún descubrimiento esencial. Están bien para aquellos a los que les gustan los crucigramas, pero no para quienes continúan preguntándose quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, que es de lo que se trata. Mario Conde, para que ustedes se hagan una idea, era masón. ..
Las vísceras, en fin, pese a estar ocultas, no son más sabias que la piel. Pero lo evidente es que alguien que dice tonterías en la calle, a la vista de todos, tampoco se expresará con sabiduría en el cuarto de baño, cuando nadie le mira. Hay sin embargo un caso especial: el de los ventrílocuos, que logran con frecuencia que sus muñecos sean más inteligentes que ellos. ¿Por qué? Porque, más que hablar a través de ellos, sueñan a través de ellos. Cuando soñamos sí somos verdaderamente distintos a cuando estamos despiertos. Quizá no más sabios, pero más libres, más sueltos, menos constreñidos, no tanto por el que dirán los otros como por el qué diremos nosotros de nosotros mismos. Los sueños, bien leídos, aportan una información esencial, pero no una información esencial sobre los grandes enigmas de la humanidad, sino sobre los pequeños misterios de los individuos concretos. Lo que ocurre dentro del huevo, mientras el pollo se forma, no es más interesante que lo que ocurre fuera. La mala prensa de la superficie no tiene justificación alguna. Seamos, pues, superficiales (en el sentido superficial de la palabra, se entiende).
Fuente:
http://www.laopinioncoruna.com/secciones/noticia.jsp?pIdNoticia=56361&pIndiceNoticia=2&pIdSeccion=5&pNumEjemplar=2021
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weeryweryywe
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