La bandera del 20 de mayo
MIGUEL A. BRETOS
A las doce del día del 20 de mayo de 1902, momento preciso del nacimiento jurídico de Cuba como estado independiente y soberano, se arrió la bandera norteamericana en todos los edificios públicos de la isla y se izó en su lugar la bandera cubana con su triángulo rojo, sus franjas blanquiazules y su estrella solitaria.
Al generalísimo Máximo Gómez le tocó el honor de izarla en el Morro. Firme se tensó la cuerda en sus manos acostumbradas al mango del machete. Esas mismas que, en uno de tantos absurdos de la historia de Cuba, habrían de matarlo pocos años más tarde de septicemia contraída de tanto estrechar las de sus admiradores.
Lentamente, como en una entrega, la enorme bandera se abrió a la caricia de la brisa y el sol del mediodía. La misma ceremonia, con más almidón y menos brisa, se repitió simultáneamente en el Palacio de los Capitanes Generales. Oficiaban allí el saliente gobernador militar norteamericano, Leonard Wood, y el presidente electo cubano, Tomás Estrada Palma, que en aquel momento asumía la jefatura del Estado que nacía. En una Habana repleta de generales, doctores y bombines, la gente recordaría por muchos años el preciso instante en que la bandera de la estrella solitaria se desplegara sobre el Morro como el más memorable de sus vidas.
En justicia, no era la cubana la primera bandera en que la soledad fuera atributo de las estrellas. Ese honor le corresponde a The Lone Star, bandera de la antigua república, hoy estado, de Tejas. Hay una conexión directa: la bandera tejana fue una de las fuentes en que se inspirara Narciso López para diseñar la actual enseña cubana en 1848.
López era caraqueño de nacimiento, ex combatiente de la guerra de independencia latinoamericana contra las tropas de Bolívar; ironías de la historia. López no pretendía en última instancia la independencia de la isla, sino más bien --como en el caso de Tejas-- su eventual anexión a los Estados Unidos.
No fue la suya tampoco la primera bandera en pretender representar a una Cuba independiente y soberana. Ya en 1811 Joaquín Infante había diseñado una enseña y propuesto una constitución para una Cuba libre. La gesta bolivariana inspiró en su día secuaces cubanos. Su vistosa bandera, llamada ''de los Soles y Rayos'', tenía un sol radiante como elemento central. Algo anteriores a la de López, las banderas conspirativas del ''Club de La Habana'' y ''la Mina de la Rosa Cubana'' también hicieron su aporte a la vexilología nacional (la vexilología, por supuesto, es el estudio de las banderas.)
Es curioso que una bandera nacida a la sombra del anexionismo como la de don Narciso hubiera llegado a convertirse en la enseña de un movimiento emancipador y nacionalista como lo fue el gestado por Jose Martí años después. Sobre todo al existir una prestigiosa bandera rival: la que enarbolara Carlos Manuel de Céspedes en 1868 a nombre de una insurrección, la Guerra de los Diez Años, que nació claramente independentista y abolicionista y se mantuvo vigente por toda una larga década de heroica lucha.
Es tentador especular que la razón de fondo fuera la innegable originalidad de la bandera de López. En el arte de diseñar banderas, López y sus allegados, el dibujante Miguel y la costurera Emilia Teurbe Tolón, produjeron una obra de verdadero genio.
La bandera de Céspedes estaba inspirada por la de Chile, cuyo diseño copia y cuyos colores invierte. La de López, como la de Céspedes, retoma elementos ya establecidos como el tricolor republicano, de origen holandés, consagrado por la revolución francesa, y las barras y estrellas, aporte norteamericano derivado en última instancia de las armas de la familia de George Washington (y, por supuesto, de la estrella solitaria tejana).
Donde la bandera de Narciso López era --y es-- profundamente original, fue en su inspirado uso del triángulo. La cubana fue la primera enseña nacional en el mundo en ostentar un triángulo junto al asta. El triángulo, de origen masónico y, concretamente, elemento visual del mandil o delantal ritual de los masones, marca un hito en el diseño de banderas a nivel global.
La cubana es, por lo tanto, una de un puñado de banderas prototipo. Ha sido ampliamente imitada y copiada desde el Caribe (comenzando con la de Puerto Rico, que simplemente invierte los colores) hasta el Pacífico y el Indico, pasando por Europa, Asia y Africa. No menos de 16 banderas nacionales del mundo se ajustan al diseño cubano, alguna que otra con una obvia voluntad mimética.
Lástima que bandera tan hermosa haya servido --y sirva-- de cobija a tantos bribones en Cuba y fuera de ella. Por suerte ha tenido también grandes poetas, como el bardo matancero Bonifacio Byrne, entristecido al no divisarla en La Habana ocupada de 1900: Al volver a la patria añorada / de ribera enlutada y sombría, / afanoso busqué mi bandera / y otra he visto en lugar de la mía.
O Agustín Acosta, aquel otro bardo, matancero y poeta nacional como Byrne, quien capturó en verso lo que sentimos los cubanos al verla ondear, no importa donde: Cuando agitas tu cendal, / sueño eterno de Martí, / tal emoción siento en mí / que indago al celeste velo / si en ti se prolonga el cielo / o el cielo surge de ti.
A 104 años de aquel momento sublime, recordemos que la bandera, como la patria que representa, ha tenido que hacer grandes acomodos. Y acomodar grandes paradojas. No es de nadie; es de todos. Pero, eso sí, patria con libertad. ¡Feliz 20 de mayo!
Senior scholar en la Smithsonian Institution, Washington DC.
Fuente:
http://www.miami.com/mld/elnuevo/news/world/cuba/14623239.htm
A las doce del día del 20 de mayo de 1902, momento preciso del nacimiento jurídico de Cuba como estado independiente y soberano, se arrió la bandera norteamericana en todos los edificios públicos de la isla y se izó en su lugar la bandera cubana con su triángulo rojo, sus franjas blanquiazules y su estrella solitaria.
Al generalísimo Máximo Gómez le tocó el honor de izarla en el Morro. Firme se tensó la cuerda en sus manos acostumbradas al mango del machete. Esas mismas que, en uno de tantos absurdos de la historia de Cuba, habrían de matarlo pocos años más tarde de septicemia contraída de tanto estrechar las de sus admiradores.
Lentamente, como en una entrega, la enorme bandera se abrió a la caricia de la brisa y el sol del mediodía. La misma ceremonia, con más almidón y menos brisa, se repitió simultáneamente en el Palacio de los Capitanes Generales. Oficiaban allí el saliente gobernador militar norteamericano, Leonard Wood, y el presidente electo cubano, Tomás Estrada Palma, que en aquel momento asumía la jefatura del Estado que nacía. En una Habana repleta de generales, doctores y bombines, la gente recordaría por muchos años el preciso instante en que la bandera de la estrella solitaria se desplegara sobre el Morro como el más memorable de sus vidas.
En justicia, no era la cubana la primera bandera en que la soledad fuera atributo de las estrellas. Ese honor le corresponde a The Lone Star, bandera de la antigua república, hoy estado, de Tejas. Hay una conexión directa: la bandera tejana fue una de las fuentes en que se inspirara Narciso López para diseñar la actual enseña cubana en 1848.
López era caraqueño de nacimiento, ex combatiente de la guerra de independencia latinoamericana contra las tropas de Bolívar; ironías de la historia. López no pretendía en última instancia la independencia de la isla, sino más bien --como en el caso de Tejas-- su eventual anexión a los Estados Unidos.
No fue la suya tampoco la primera bandera en pretender representar a una Cuba independiente y soberana. Ya en 1811 Joaquín Infante había diseñado una enseña y propuesto una constitución para una Cuba libre. La gesta bolivariana inspiró en su día secuaces cubanos. Su vistosa bandera, llamada ''de los Soles y Rayos'', tenía un sol radiante como elemento central. Algo anteriores a la de López, las banderas conspirativas del ''Club de La Habana'' y ''la Mina de la Rosa Cubana'' también hicieron su aporte a la vexilología nacional (la vexilología, por supuesto, es el estudio de las banderas.)
Es curioso que una bandera nacida a la sombra del anexionismo como la de don Narciso hubiera llegado a convertirse en la enseña de un movimiento emancipador y nacionalista como lo fue el gestado por Jose Martí años después. Sobre todo al existir una prestigiosa bandera rival: la que enarbolara Carlos Manuel de Céspedes en 1868 a nombre de una insurrección, la Guerra de los Diez Años, que nació claramente independentista y abolicionista y se mantuvo vigente por toda una larga década de heroica lucha.
Es tentador especular que la razón de fondo fuera la innegable originalidad de la bandera de López. En el arte de diseñar banderas, López y sus allegados, el dibujante Miguel y la costurera Emilia Teurbe Tolón, produjeron una obra de verdadero genio.
La bandera de Céspedes estaba inspirada por la de Chile, cuyo diseño copia y cuyos colores invierte. La de López, como la de Céspedes, retoma elementos ya establecidos como el tricolor republicano, de origen holandés, consagrado por la revolución francesa, y las barras y estrellas, aporte norteamericano derivado en última instancia de las armas de la familia de George Washington (y, por supuesto, de la estrella solitaria tejana).
Donde la bandera de Narciso López era --y es-- profundamente original, fue en su inspirado uso del triángulo. La cubana fue la primera enseña nacional en el mundo en ostentar un triángulo junto al asta. El triángulo, de origen masónico y, concretamente, elemento visual del mandil o delantal ritual de los masones, marca un hito en el diseño de banderas a nivel global.
La cubana es, por lo tanto, una de un puñado de banderas prototipo. Ha sido ampliamente imitada y copiada desde el Caribe (comenzando con la de Puerto Rico, que simplemente invierte los colores) hasta el Pacífico y el Indico, pasando por Europa, Asia y Africa. No menos de 16 banderas nacionales del mundo se ajustan al diseño cubano, alguna que otra con una obvia voluntad mimética.
Lástima que bandera tan hermosa haya servido --y sirva-- de cobija a tantos bribones en Cuba y fuera de ella. Por suerte ha tenido también grandes poetas, como el bardo matancero Bonifacio Byrne, entristecido al no divisarla en La Habana ocupada de 1900: Al volver a la patria añorada / de ribera enlutada y sombría, / afanoso busqué mi bandera / y otra he visto en lugar de la mía.
O Agustín Acosta, aquel otro bardo, matancero y poeta nacional como Byrne, quien capturó en verso lo que sentimos los cubanos al verla ondear, no importa donde: Cuando agitas tu cendal, / sueño eterno de Martí, / tal emoción siento en mí / que indago al celeste velo / si en ti se prolonga el cielo / o el cielo surge de ti.
A 104 años de aquel momento sublime, recordemos que la bandera, como la patria que representa, ha tenido que hacer grandes acomodos. Y acomodar grandes paradojas. No es de nadie; es de todos. Pero, eso sí, patria con libertad. ¡Feliz 20 de mayo!
Senior scholar en la Smithsonian Institution, Washington DC.
Fuente:
http://www.miami.com/mld/elnuevo/news/world/cuba/14623239.htm
1 comments:
La bandera solitaria es la de Chile, que data de 1817, la de texas es una copia a la de Chile ya que es de 1834...
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