Santa Anna y sus traiciones
Ariosto Aguilar Mandujano/Colaboración especial
Sábado 25 de Marzo de 2006
Después de los acontecimientos provocados por la intervención armada por Francia, el Rito Nacional Mexicano tomó la iniciativa de promo-
ver cambios políticos en el gobierno, para evitar que otros países trataran de promover intervenciones que laceraran la vida de la Federación en el país. Estas actividades no eran ajenas a la actividad política de la masonería en todo el mundo, ha tomado parte en las grandes crisis experimentadas, primero en Francia y después en varias naciones de Europa, en todos los casos luchando por la libertad, y después trabajando por el progreso y la felicidad de las naciones.
Con todos estos acontecimientos políticos mencionados, la actividad del gobierno se tornó complicada, por tener que destruir muchas partidas armadas que pululaban por los departamentos centrales, y por las cuestiones de Yucatán y de Texas, que amenazaba con la guerra, si no se reconocía su independencia en un plazo determinado.
Bustamante pidió ampliación de facultades que no resolvía el Congreso, y la posición era tan crítica, que los ministros Cuevas y Cañedo renunciaron. A la vez, don José María Gutiérrez Estrada por medio de un folleto que dio a la prensa, manifestaba que no había en la República Mexicana una persona capaz de restablecer el orden, y que había como único recurso posible el de adoptar la monarquía con un príncipe extranjero llamado de Europa, y como Bustamante había querido llamar al ministerio a Gutiérrez Estrada, la armada fue grande.
Entonces el presidente emitió dos proclamas, una al Ejército y otra a sus conciudadanos, calificando de traidor a Gutiérrez Estrada y considerando como delirios las opiniones de éste, se mandó recoger el folleto en la capital y en los departamentos, a cuyo fin se puso circular a los gobernadores.
Toda la prensa y todas las clases de la sociedad rechazaron la idea de Gutiérrez Estrada; pero este traidor logró escaparse saliendo por Tampico para La Habana, pero tuvo el gusto de ver realizado su pensamiento años después.
Triste era la perspectiva que la cosa pública presentaba: el robo y el contrabando se practicaban con insolente descaro, llegando hasta las garitas de la capital; la frontera desolada por los bárbaros; los tejanos avanzaban queriendo establecerse aún más acá del Bravo: los propietarios agraviados por tanta contribución; el pueblo generalmente disgustado y perseguidos buenos patriotas, difícil parecía poder salvar la situación. El Congreso queriendo conjugarla dio una amnistía sobre delitos políticos, pero con esto sólo manifestó su debilidad y falsa posición por todas partes, se levantaron rumores de revolución.
El 25 de agosto de 1841 apareció la revolución en Veracruz: una reunión numerosa, en el Palacio Municipal, tuvo lugar para tratar de la derogación de la ley que aumentó el derecho de consumo y la pauta de comisos, reforma del arancel, etcétera, y en medio de los repiques y los cohetes, se hizo saber la voluntad del pueblo veracruzano, publicándose el acta que levantó el Ayuntamiento. Se ve desde luego que halagando los intereses del comercio y los de los propietarios, se había iniciado la revolución así en Jalisco como en Veracruz pero que uno y el otro plan, no eran explícitos con la forma del gobierno, que debía de sustituir al central.
Desde el principio se conoció que se había invocado el nombre de Federación, pero que el Ejército se aprovecharía del movimiento y todo quedaría reducido a colocar en el poder al general Santa Anna, a cuya sombra sacaban ventaja los militares, y la Federación no sería restablecida.
El 26 de septiembre llegó Santa Anna a Tacubaya después de haber ocupado a Puebla. Bustamante con el permiso del Congreso, se dirigió al encuentro de las fuerzas que sobre la capital conducían los generales Paredes y Cortazar. Éstos no fueron atacados, y llegaron a Tacubaya, donde fueron dadas las famosas bases por los generales de las divisiones, constituidos en junta.
Tomada posesión del gobierno Santa Anna, se estableció la dictadura: los masones mexicanos vieron realizados sus temores de que la Federación no sería restablecida, sino que un gobierno militar se sobrepondría a todo, y el pueblo nuevamente burlado en sus esperanzas, sólo había servido de instrumento para ser vejado.
Protestaron contra la elección las asambleas departamentales de Jalisco, Guanajuato, San Luis y Aguascalientes, que pedían la convocación de un congreso extraordinario, libremente elegido con representación igual por todos los departamentos, y que se nombrara un Poder Ejecutivo que diera garantías a la República.
Ante los abusos que ejercía Santa Anna debía de combatírsele fuertemente por los Amigos del Progreso. Se solicitaría al gran oriente la reunión de una asamblea general, para exponer lo que creían conveniente en bien de la patria y aún de la misma fraternidad.
La exposición causó efecto en la asamblea, y después de una discusión, se tomaron acuerdos y se mandaron pasar las comunicaciones correspondientes y la asamblea cerró sus trabajos.
Llegó el mes de marzo y el día 5 tuvieron lugar las elecciones primarias, y éstas y las secundarias fueron ganadas por el Partido Liberal, excepto los electores militares que habían sido electos por los soldados en sus cuarteles, así que a despecho de Santa Anna el Congreso era en su mayoría liberal.
En los actos en que el pueblo tenía lugar de manifestar su opinión libre, como era en las elecciones, el Partido Liberal favorecido por esa misma opinión, lograba hacer nombrar su gobierno nacional, que no siendo humilde servidor del clero, se ocupaba en seguir la obra comenzada del progreso y la reforma. Por eso la elección ganada por el Partido Liberal alarmó no sólo al dictador, sino también al clero, que sin embargo se vio obligado a pagar una contribución de 50 mil, que el arzobispo reunió de las comunidades religiosas, y otras cantidades que le habían pedido, reducido a 200 mil pesos que entregó el arzobispo, que dispuso Santa Anna de la plata de los Jesuitas.
Verificada la instalación del Congreso Constituyente el día 10 de junio con la pompa de costumbre, pidió al Congreso que no fuera federal la Constitución que se adaptara.
Las logias entonces redoblaron sus esfuerzos y por la prensa se defendió el sistema federal, por lo que Santa Anna quedó desairado, y se puso mal con el Congreso
Fuente:
http://www.cambiodemichoacan.com.mx/
vernota.php?id=41092
Sábado 25 de Marzo de 2006
Después de los acontecimientos provocados por la intervención armada por Francia, el Rito Nacional Mexicano tomó la iniciativa de promo-
ver cambios políticos en el gobierno, para evitar que otros países trataran de promover intervenciones que laceraran la vida de la Federación en el país. Estas actividades no eran ajenas a la actividad política de la masonería en todo el mundo, ha tomado parte en las grandes crisis experimentadas, primero en Francia y después en varias naciones de Europa, en todos los casos luchando por la libertad, y después trabajando por el progreso y la felicidad de las naciones.
Con todos estos acontecimientos políticos mencionados, la actividad del gobierno se tornó complicada, por tener que destruir muchas partidas armadas que pululaban por los departamentos centrales, y por las cuestiones de Yucatán y de Texas, que amenazaba con la guerra, si no se reconocía su independencia en un plazo determinado.
Bustamante pidió ampliación de facultades que no resolvía el Congreso, y la posición era tan crítica, que los ministros Cuevas y Cañedo renunciaron. A la vez, don José María Gutiérrez Estrada por medio de un folleto que dio a la prensa, manifestaba que no había en la República Mexicana una persona capaz de restablecer el orden, y que había como único recurso posible el de adoptar la monarquía con un príncipe extranjero llamado de Europa, y como Bustamante había querido llamar al ministerio a Gutiérrez Estrada, la armada fue grande.
Entonces el presidente emitió dos proclamas, una al Ejército y otra a sus conciudadanos, calificando de traidor a Gutiérrez Estrada y considerando como delirios las opiniones de éste, se mandó recoger el folleto en la capital y en los departamentos, a cuyo fin se puso circular a los gobernadores.
Toda la prensa y todas las clases de la sociedad rechazaron la idea de Gutiérrez Estrada; pero este traidor logró escaparse saliendo por Tampico para La Habana, pero tuvo el gusto de ver realizado su pensamiento años después.
Triste era la perspectiva que la cosa pública presentaba: el robo y el contrabando se practicaban con insolente descaro, llegando hasta las garitas de la capital; la frontera desolada por los bárbaros; los tejanos avanzaban queriendo establecerse aún más acá del Bravo: los propietarios agraviados por tanta contribución; el pueblo generalmente disgustado y perseguidos buenos patriotas, difícil parecía poder salvar la situación. El Congreso queriendo conjugarla dio una amnistía sobre delitos políticos, pero con esto sólo manifestó su debilidad y falsa posición por todas partes, se levantaron rumores de revolución.
El 25 de agosto de 1841 apareció la revolución en Veracruz: una reunión numerosa, en el Palacio Municipal, tuvo lugar para tratar de la derogación de la ley que aumentó el derecho de consumo y la pauta de comisos, reforma del arancel, etcétera, y en medio de los repiques y los cohetes, se hizo saber la voluntad del pueblo veracruzano, publicándose el acta que levantó el Ayuntamiento. Se ve desde luego que halagando los intereses del comercio y los de los propietarios, se había iniciado la revolución así en Jalisco como en Veracruz pero que uno y el otro plan, no eran explícitos con la forma del gobierno, que debía de sustituir al central.
Desde el principio se conoció que se había invocado el nombre de Federación, pero que el Ejército se aprovecharía del movimiento y todo quedaría reducido a colocar en el poder al general Santa Anna, a cuya sombra sacaban ventaja los militares, y la Federación no sería restablecida.
El 26 de septiembre llegó Santa Anna a Tacubaya después de haber ocupado a Puebla. Bustamante con el permiso del Congreso, se dirigió al encuentro de las fuerzas que sobre la capital conducían los generales Paredes y Cortazar. Éstos no fueron atacados, y llegaron a Tacubaya, donde fueron dadas las famosas bases por los generales de las divisiones, constituidos en junta.
Tomada posesión del gobierno Santa Anna, se estableció la dictadura: los masones mexicanos vieron realizados sus temores de que la Federación no sería restablecida, sino que un gobierno militar se sobrepondría a todo, y el pueblo nuevamente burlado en sus esperanzas, sólo había servido de instrumento para ser vejado.
Protestaron contra la elección las asambleas departamentales de Jalisco, Guanajuato, San Luis y Aguascalientes, que pedían la convocación de un congreso extraordinario, libremente elegido con representación igual por todos los departamentos, y que se nombrara un Poder Ejecutivo que diera garantías a la República.
Ante los abusos que ejercía Santa Anna debía de combatírsele fuertemente por los Amigos del Progreso. Se solicitaría al gran oriente la reunión de una asamblea general, para exponer lo que creían conveniente en bien de la patria y aún de la misma fraternidad.
La exposición causó efecto en la asamblea, y después de una discusión, se tomaron acuerdos y se mandaron pasar las comunicaciones correspondientes y la asamblea cerró sus trabajos.
Llegó el mes de marzo y el día 5 tuvieron lugar las elecciones primarias, y éstas y las secundarias fueron ganadas por el Partido Liberal, excepto los electores militares que habían sido electos por los soldados en sus cuarteles, así que a despecho de Santa Anna el Congreso era en su mayoría liberal.
En los actos en que el pueblo tenía lugar de manifestar su opinión libre, como era en las elecciones, el Partido Liberal favorecido por esa misma opinión, lograba hacer nombrar su gobierno nacional, que no siendo humilde servidor del clero, se ocupaba en seguir la obra comenzada del progreso y la reforma. Por eso la elección ganada por el Partido Liberal alarmó no sólo al dictador, sino también al clero, que sin embargo se vio obligado a pagar una contribución de 50 mil, que el arzobispo reunió de las comunidades religiosas, y otras cantidades que le habían pedido, reducido a 200 mil pesos que entregó el arzobispo, que dispuso Santa Anna de la plata de los Jesuitas.
Verificada la instalación del Congreso Constituyente el día 10 de junio con la pompa de costumbre, pidió al Congreso que no fuera federal la Constitución que se adaptara.
Las logias entonces redoblaron sus esfuerzos y por la prensa se defendió el sistema federal, por lo que Santa Anna quedó desairado, y se puso mal con el Congreso
Fuente:
http://www.cambiodemichoacan.com.mx/
vernota.php?id=41092
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